hace algunos años, yo tenía como oficina una mesa del café libro, llegaba todas las tardes saliendo del colegio (en el que trabajaba), ahí tomaba un chocolate con queso y quizás unos cuantos vasos de agua y compartía mesa con Elfer (un compa peruano que vivía de vender libros piratas a las afueras de los colegios), cuando eran libros nacionales, con autorización de los autores, Un día nos dijo que él nunca se había enfermado, pero que sabía que el día que se enferme, iba a ser fatal. A la semana, mientras recorría vendiendo libros en Manabí, tuvo un dolor en el pecho, fue al hospital y trataron de traerlo a Quito. No llegó. Su premonición fue cierta.
los otros dos que compartíamos mesa, éramos Ismael Olabarrieta y yo. curiosamente yo tenía menos de 30 años, de hecho creo que mucho menos que eso, y mis dos compañeros de mesa cotidiana y tertulia por lo menos me doblaban la edad. Ismael era un pintor maravilloso, su obra se puede encontrar dispersa por toda la ciudad. no voy a poner aquí sus cuadros, porque solo quiero contarles un poquito de mi relación, tan intensa, corta y lejana.
Llegó un día con un sobra, nos pidió un cigarrillo, y empezó a fumar como si se le fuera la vida en ello. había prometido, a sí mismo, al destino, a la patria, que si volvía a tener contacto con una hija de la que no tenía razón, iba a dejar de fumar. esa carta era de su hija. no sé cuánto tiempo le duró el esfuerzo…
otro día, los amigos inauguraban un bar llamado el escribidor. coincidimos con ismael en la puerta, y me dijo, no puede ser un bar sin un bonito letrero, me pidió la pintura en spray, que siempre cargaba en la cajuela del carro, y en diez minutos hizo un maravilloso mural, digno del bar y digno de su genio.
Ismael nunca acumuló nada en la vida
solo su arte
su porte quijotesco
su andar con sonrisas
su cigarrillo
hoy me dicen las redes sociales que ha muerto.
queda grabado en mi memoria, ese recuerdo, esas palabras compartidas hace casi dos décadas, y la certeza de que su paso por el mundo y por el arte no fue en vano…
Entre lo que veo y digo,
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.