feliz cumple Julio (texto publicado en la revista Cartón Piedra, Diario el Telégrafo, 25 de agosto 2014)

Querido Julio:
Freddy Peñafiel, poeta

Cuánto tiempo sin hablarte. Esto de dejar de ser profe de literatura ya no permite leerte en voz alta, todos los años, a todos los alumnos, casi todas las semanas, casi sin excusa.

Cuánto tiempo sin que tus cronopios salten del pizarrón a los cuadernos, desordenen las tareas, jueguen con los adverbios (siempre tan complicados de enseñar en la escuela).

Las cosas han cambiado Julio, ahora tus cronopios serían cibernéticos. Igual serían desordenados pero ‘en la nube’, y tus famas podrían organizar hasta el último detalle de todos los viajes con esas herramientas que nos permiten que, por internet, evitemos todas las sorpresas.

¿te imaginas Julio que ahora podamos estar comunicados con prácticamente todo el mundo al mismo tiempo?

¿te imaginas esas autopistas del sur que se construyen sin necesidad de salir de la casa de cada uno?

A veces me pongo a pensar cómo entenderías nuestro mundo desde tu propio mundo. Ese en el que la literatura permitía crear cosas inimaginables y que ahora pueden parecer tan cotidianas que asustan.

Tus cronopios llenarían las redes sociales de huellas verdes y húmedas, se enamorarían entre ellos y ellas a distancia y sin conocerse, se tomarían selfies en mitad de los bailes y las fiestas (desde afuera) porque seguirían sin invitarlos, y en todos los timbres de sus celulares sonarían bellos temas de jazz, repetidos una y otra vez y, estoy seguro, nunca contestarían para seguir escuchando las canciones hasta el infinito…

Y pensar que inventaste los hipervínculos cuando no eran ni un sueño posible. Leer tus novelas saltando de capítulo en capítulo y construyendo nuestras propias rayuelas.

Tal vez ahora, querido Julio, tuvieras la cuenta de Twitter más leída del mundo, porque seguirías construyendo magia e imaginando futuros imposibles en 140 caracteres.

Tal vez podrías mirar desde tu observatorio del mundo cómo los hombres y las mujeres se siguen matando en nombre de los dioses y siguen destruyendo lo poco que nos va quedando de humanidad.

Tal vez, Julio, ahora quisieras construir naves espaciales de tu tamaño para salir a mirar este planeta desde fuera… Tal vez las galaxias no te basten.

Querido Julio, todavía seguimos creyendo en la humanidad y en nuestros sueños. Todavía pensamos que se puede cambiar los corazones de los humanos desde las letras, desde la educación, desde la literatura. Todavía pensamos que se deben leer tus textos a la sombra de un café o de una copa de vino. Todavía podemos soñar en un mundo mejor con gente que se sienta cronopio y desordene todo a sus pasos. O con gente que se sienta fama y que nos ayude a reorganizar lo desordenado, o con esperanzas que no harán nada, solo nos mirarán desordenando y ordenando nuestro planeta…

Todavía podemos imaginar un casa que va siendo tomada por sus propias sombras, en alguien que vomite conejitos, o que se atreva a pensar que la realidad que nos ha sido dada no es la única posible y que nuestra tarea, desde nuestros sitios de vida es transformarla, o imaginarla…

Todavía podemos leer tu poesía, que tal vez es lo menos conocido de tu obra, y emocionarnos (señal de que, a pesar de los pesares, seguimos siendo un poco humanos).

Todavía podemos imaginarte por las calles de madrugada pintando grafitis o dibujando cronopios enormes en ventanas de casas por donde no entra la luz. Todavía podemos sentarnos en medio de una ciudad que tiembla, de vientos para volar cometas y leer de nuevo al Cortázar que nos ha acompañado tanto y que sigue siendo inacabado, como la propia literatura.

Y lo más curioso es que ahora estamos hablando de tu literatura. Porque han pasado 100 años desde que naciste, porque la Tierra, loca de contento, sigue girando alrededor del mismo Sol y se niega a escuchar los malos augurios… Quizás valga la oportunidad para que todo el mundo esté hablando de tu obra, aunque todavía no sea tan leída como debiera.

Todavía no vemos en todos los parques del país a los enamorados leyéndose fragmentos de Rayuela, recitándose poemas infinitos de Cortázar, o justificando sus atrasos con cara de cronopio.

Todavía, Julio, falta mucho para que en todas las escuelas del mundo se comiencen las clases con uno de tus cuentos, para que todos los niños del planeta sepan que un cronopio puede ser verdad, y que dar la vuelta al día en ochenta mundos es aún posible.

Y te robo, Julio, algunos de tus poemas. De esos que no son tan leídos pero que deberían, de esos que no son tan usados para enamorar, pero que deberían. De ‘Cinco últimos poemas para Cris’:

I

Ahora escribo pájaros.

No los veo venir, no los elijo,

de golpe están ahí, son esto,

una bandada de palabras

posándose

una

a

una

en los alambres de la página,

chirriando, picoteando, lluvia de alas

y yo sin pan que darles, solamente

dejándolos venir. Tal vez

sea eso un árbol

o tal vez

el amor.

Y es así como fuimos siendo cómplices de nombrar la vida para que exista. De inventar las palabras una tras otra para poder creer en un mundo que no nos gusta, pero que es el que tenemos.

Así vamos, Julio, imaginándote en las calles de París, de San Juan, de Loja, Cuenca, Ibarra, en los caminos que nos llevan de un lado al otro de la cama antes de dormir, teniendo tu Rayuela como libro de cabecera indudable y tus cronopios como lectura obligatoria esos días en que parece que el mundo es más feo, ajeno e inabarcable. Ahí recurrimos a tu palabra y podemos volver a soñar.

La ciudad tiembla, Julio, el viento de volar cometas amenaza con romper los vidrios en esta noche de verano desde la mitad del mundo, cuando deberías estar soplando cien velitas para festejarte y deberías estar bailando en alguna callejuela abandonada rodeado de cronopios verdes y desacompasados.

Gracias, Julio, por todo, por el silencio, por la palabra, por el mundo que nos permitiste soñar. Más iluminado, más justo, más de todos.

Feliz cumple, Julio… Feliz

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